¡Oh Tú, Cuyas pruebas son la medicina
curativa para quienes están cerca de Ti,
Cuya espada es el deseo ardiente
de todos los que Te aman,
Cuyo dardo es el más caro deseo
de los corazones que Te anhelan,
Cuyo decreto es la única esperanza
de quienes han reconocido Tu verdad!
Yo Te imploro, por Tu divina dulzura
y por los resplandores de la gloria de Tu rostro,
que nos envíes desde Tus aposentos de lo alto
aquello que nos haga acercarnos a Ti.
Haz, pues, que nuestros pies sean firmes en Tu Causa,
oh mi Dios, ilumina nuestros corazones
con el resplandor de Tu conocimiento
y alumbra nuestros pechos con el brillo de Tus nombres.
Bahá’u’lláh